martes, 22 de noviembre de 2011

Misteriosa desaparición



Hace un buen tiempo en el distrito de Miraflores, en la calle 28 de julio, vivía un joven escritor de 23 años. En el segundo piso de su casa él tenía su estudio. Todas las noches aprovechaba la tranquilidad y el silencio para escribir cuentos a demás de ir a la universidad. Un día mientras escribía, un gato comenzó a maullar en la azotea que estaba colindante a su casa. Maullaba y maullaba. El joven se distraía porque el ruido lo fastidiaba. Abrió la ventana e intentó ahuyentarlo con gritos, pero el animal seguía maullando. Desesperado por terminar su trabajo, después de casi una hora peleándose con el gato, cogió un pisa papel que le había regalado su abuelo y se lo tiró como una piedra. El objeto calló con un ruido estruendoso y se acabaron los maullidos. Así pudo terminar su trabajo. “Mañana lo recojo”, dijo antes de quedarse dormido. Al día siguiente tocó la puerta de la vecina y le conto lo sucedido. Le dijo que había tirado el objeto significativo que le había regalado su abuelo. La vecina lo dejó pasar para que busque su objeto, que para la vecina no valía nada, pero para el sí. Estuvo una, dos y hasta tres horas buscando y no encontró ni el pisa papel ni al gato. La vecina lo ayudó, le preguntó los detalles del acto que había realizado la noche anterior y el chico se las respondió. La vecina le dijo que espere a que vayan a limpiar su casa.

Diez años después, el joven trabajaba como periodista en la ciudad de París en Francia. Él tenía muchas aficiones, una de ellas era visitar tiendas de antigüedades. Estaba paseando un domingo en París e ingresó a una de esas tiendas. El vendedor era un señor viejo de pelo blanco. Lo invitó a que pase, le convenía hacerlo porque le iba a comprar. Estaba mirando por aquí y por allá cuando de pronto se quedó perplejo mirando uno de los estantes. Era su pisa papel. Le preguntó al vendedor: “Qué hace esto aquí” y el vendedor le respondió: “Usted lo tiró”. 

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